Paseando por las calles de Bruselas, el ojo se te escapa hacia un edificio
diferente del resto. Al cruzar la puerta entras en un mundo donde los colores y las
formas te absorben. Se respira un aire juvenil y moderno, lleno de detalles
sorprendentes. Se trata de la casa Horta del arquitecto modernista Victor Horta.
A finales del siglo XIX surgió un movimiento artístico y decorativo llamado
art nouveau, para nosotros conocido como Modernismo. Destacó en arquitectura y
decoración, evitando las imitaciones y buscando un estilo fresco, con un deseo de
originalidad y libertad que lo caracterizaron.
Victor Horta, un joven belga, ateo y socialista, fue el primero en aplicar el art
nouveau a la arquitectura. Hizo bocas de metro, quioscos, escaleras… cosas que
encuentras por la calle y que cualquier persona podía disfrutar, independientemente
de su clase social. Destacó sobre todo con su primera obra, la casa Tassel, seguida
del Hotel Solvay y la casa Horta.
La casa Horta era la residencia del arquitecto y su taller. Ahora es un museo y
centro de estudio y allí encontramos la esencia de su arquitectura. La diseñó hasta el
último detalle y la adaptó a su gusto buscando también el confort. Para cada
problema que surgía encontraba una solución sencilla pero eficaz, por ejemplo un
sistema de puertas con dos bisagras que según como se abrieran entrabas en un
espacio u otro. Esto solucionaba la circulación del servicio que no debía coincidir
con la de la familia.
El tiempo en Bélgica acostumbra a ser gris y lluvioso, pero cuando entras en
la casa Horta te envuelve una cálida sensación. Las grandes ventanas y la
innovadora idea de las claraboyas ayudan a aprovechar al máximo los pocos rayos
de sol que llegan a la casa. La luz entra por las grandes aberturas y llega hasta el
rincón más remoto de la casa gracias a la ausencia de muros interiores y a las
grandes puertas vidriadas. Utiliza materiales industriales que ayudan a generar un
interior cálido, como la madera, el metal pintado con dorados y los cristales tintados
que contrastan con el mármol, las baldosas y la piedra.
Durante la visita pasas de la casa al estudio con un diálogo fluido, ya que la casa está
organizada por niveles a los cuales vamos accediendo a partir de la escalera principal.
Utiliza un método muy común en las casas belgas que se llama “3rooms in a row”, que
hace que los espacios parezcan más grandes y amplían el campo visual. Los niveles
inferiores, tanto del estudio como de la casa, están hechos para acoger a mucha gente
porque había un constante flujo de personas que iban y venían: compañeros de trabajo,
familia, clientes, el servicio, amigos, compañeros de ideas políticas… Una de las cosas
que más sorprende es la gran escalera principal, que empieza en la sala de música. Está
diseñada para proporcionar luz cenital a la mayor parte de la casa gracias a una gran
claraboya. Es muy amplia de abajo y va disminuyendo a medida que subes, igual a un
caracol. En la parte superior Horta coloca dos espejos contrapuestos que generan la
sensación de infinito. Justo al lado de esta escalera hay otra mucho más oscura y pequeña
que es la del servicio. Las dos se comunican con un entramado de ventanas y puertas.
Muebles, paredes, objetos… todo el interior fue pensado y diseñado por Victor Horta.
Líneas curvas que se trenzan entre sí como los tallos de una planta, con un característico
ángulo recto que Horta utilizaba para dar fuerza a las formas.
La fauna y flora reinan en toda la casa: podemos encontrar animales escondidos en
los objetos, los murales o las pinturas. Es muy curioso mirar un colgador de cuadros
y descubrir que del mismo metal salen mariposas que parecen a punto de alzar el
vuelo. Este estilo más barroco y asimétrico que encontramos en el comedor y en la
sala de música contrasta con la otra vertiente del art nouveau, más estricto y
geométrico, que vemos sobre todo en el estudio.
A medida que paseamos por el museo descubrimos el mundo interior de
Horta. Tiene habitaciones dedicadas a la fotografía y la música, aficiones a las que
solía recurrir cuando buscaba un descanso del trabajo. La decoración, el gran jardín,
como también un pequeño invernadero en el piso superior, confirman su pasión por
la naturaleza, temática recurrente en el art nouveau. Le interesa mucho la tecnología
y con su ayuda resolvía muchos de los problemas con que se iba encontrando. Es en
los diseños donde descubrimos el lado poético del arquitecto, expresado tanto en el
más pequeño detalle como en la totalidad de la casa. El ascenso por la escalera se
convierte en un paseo por el bosque, donde a medida que subes los colores se
aclaran, la luz aumenta, y dejas atrás los troncos de los árboles para sacar la cabeza
entre sus copas.
Victor Horta i Gaudí fueron coetáneos pero no llegaron a coincidir.
Uno en Bruselas, otro en Barcelona, el diseño de sus formas continúan arrebatado al
mundo. La visita a la casa Horta es una experiencia cautivadora e inolvidable.